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Hambre real vs hambre emocional
Comer es más que un acto fisiológico; también es un acto social y un acto emocional. Comemos no solo para alimentarnos y aportar a nuestro cuerpo energía y nutrientes, sino también para festejar algún acontecimiento y a veces también para acompañar una emoción.
Nuestro organismo es como una montaña rusa de emociones. Un día estamos contentos, eufóricos y otro día pareciera que todo está en nuestra contra, todo sale mal, estamos tristes y no nos moveríamos de la cama.
El hambre está directamente relacionado con nuestros cambios de humor.
La cuestión es ¿Cómo podemos diferenciar el hambre fisiológico o real del hambre emocional? ¿Por qué cuando estamos ansiosos y tristes nos pasaríamos el día comiendo comida chatarra mientras miramos series? ¿Por qué hay días que no podemos parar de picar a todas horas?
Y es que el hambre tiene que ver con la autoestima, el estrés y la ansiedad.
El hambre emocional consiste en utilizar la comida como una ayuda para regular nuestro estado de ánimo. Es decir, la ingesta pierde su sentido primitivo: nutrirnos de aquellos elementos que necesitamos para nuestro desempeño físico.
Hemos de recordar que, al consumir cierto tipo de alimentos, activamos el circuito de recompensa del cerebro, lo cual nos proporciona sensaciones agradables.
No obstante, este bienestar es pasajero y más tarde la dificultad latente vuelve a surgir. Solo que esta vez acompañada del sentimiento de culpa por haber comido más de la cuenta.
Diferenciar el hambre real del hambre emocional es el primer paso para poder actuar al respecto.
Hambre real y hambre emocional tienen dos formas muy diferentes de manifestarse. ¿Cómo podemos diferenciarlas?
HAMBRE REAL |
HAMBRE EMOCIONAL |
Aparece lentamente, de forma progresiva y podemos esperar para comer. |
Aparece de repente y nos apremia de forma urgente y no podemos esperar |
La sensación corporal de hambre se sitúa en el estómago |
La sensación corporal de hambre es de un vacío en general. |
Se siente satisfecha con cualquier alimento o gran variedad de tipo de alimentos. |
Solo sentimos que podrá ser saciada con un tipo concreto de alimento, normalmente concentrado en azúcar y/o grasa. |
La causa es una necesidad fisiológica, cuando nuestro cuerpo necesita energía para funcionar |
La causa es por una necesidad emocional no satisfecha o bien gestionada. |
El mecanismo de saciedad funciona y se es capaz de dejar de comer |
Tendencia a comer más de lo necesario. |
Se satisface con comida. |
No llega la sensación de satisfacción y cuesta parar de comer. |
Al terminar de comer, te sientes mejor. |
Al terminar te sientes mal. |
No provoca ningún sentimiento de culpa
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Provoca un sentimiento de culpa por haber comido demasiado.
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Como puedes ver en el cuadro, las diferencias entre ambos conceptos son claros y evidentes. Si prestamos atención a las señales, nos resultará sencillo comprender con qué tipo de hambre estamos lidiando. Ahora bien, ¿Qué podemos hacer una vez reconocido el hambre emocional?
En primer lugar, mantente alerta. Cuando sientas hambre, detente y trata de identificar de qué tipo se trata, siguiendo los parámetros anteriores.
Una vez que identificaste esto DETENTE y toma una PAUSA, puedes hacer 5 respiraciones y tomar un vaso de agua. Después de esta PAUSA identifica si realmente es hambre lo que sientes o si se trata de alguna emoción que no identificas. Las emociones siempre tienen un correlato corporal. Identificarlas no es fácil.
Es difícil mejorar tu alimentación solo estando atento a lo que comes. Somos cuerpo, mente y emociones, por lo tanto vale la pena que te des cuenta de:
¿Cómo duermes? ¿Cómo descansas?
¿Te mueves durante el día? ¿O estás sentado permanentemente?
¿Haces algún tipo de actividad física? ¿Caminas al menos 20 minutos por día?
¿Meditas o practicas Mindfulness? ¿Usas alguna app para distraerte mientras trabajas?
Otras cosas que pueden ayudarte:
Organizar las comidas de la semana: No dejes a la improvisación algo tan importante como la elección de lo que vas a comer, porque en cuanto tengas un día complicado y con mucho estrés, la tendencia siempre es picotear y dar rienda suelta al hambre emocional. Para esto puedes recurrir a algún profesional que te ayude con la organización y las pautas ideales para vos en base a tus gustos y necesidades.
Date permiso para comer: disfruta de la comida saludable y si alguna vez eliges algo que te gusta mucho, disfruta de comerlo también. Come eso que tanto te gusta de manera atenta, saboreandolo y sin juzgarte por estar comiéndolo.
Trátate de manera amable, sé compasivo con ti mismo. Trátate como tratarías a un amigo. No es fácil cambiar hábitos, y los relacionados con la alimentación vienen teñidos de muchos prejuicios, de la cultura donde vives y cosas que se decían en tu familia de origen.
Trata de controlar el estrés: cuando tu cuerpo se encuentra en respuesta de estrés es incapaz de controlar lo que come.
HACER COMO SI: Esta estrategia es muy poderosa y se trata de “hacer como si” nos sintieramos de una manera en la que en realidad no estamos. Si esperas a estar totalmente seguro de que comer sano es lo que necesitas, capaz no llega nunca. En cambio si empezas a comer consciente y lo haces de manera atenta y conectado con los beneficios que te produce, en ese momento vas a poder conectar con un montón de sensaciones agradables: alegría, orgullo, calma, autoestima y amor por vos mismo.
Aunque al principio te falte convicción para hacer lo que no sientes, y si repites esa conducta que te cuesta, tu cerebro lo va a recibir y transformar en hábito. Y al hacerse hábito vas a poder hacerlo sin esfuerzo y sin cuestionar. Empieza a hacerlo como si lo estuvieras disfrutando mucho y esa fuera tu elección.
Toma el control de tu vida y aprende a elegir lo que realmente quieres. Trata que las emociones no elijan por vos y que el alimento no sea un refugio. Elige comer de forma sana y divertida. Elige QUÉ comer, CUÁNDO comerlo, CÓMO comerlo, DÓNDE comerlo y PARA QUÉ comerlo.
Toma las riendas de tu alimentación y de tu vida y nunca te olvides que ¡TU DECIDES!
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