Procesando pago ...
“Recordar, del latín re-cordis”: volver a pasar por el corazón
En este camino que es la vida, nos tocará como seres humanos atravesar muchos y diversos duelos. Crecer implica duelar, así como también aprender.
Se duela el cuerpo de la infancia al entrar a la adolescencia, se duelan relaciones con amigos, parejas. Se duela un trabajo perdido y la pérdida de un ser querido. Se duelan proyectos, ideas, sentimientos y emociones.
Quizá te ha pasado que tuviste que acompañar a alguien que perdió un ser querido y no sabes qué decir, cómo acompañar. Allí donde hay una ausencia, creemos que un “Lo siento” puede llenar un agujero. A veces solo se necesita un hombro donde llorar, un oído que escuche y unos brazos para alojar. Otras veces, el silencio puede llenar más espacios que miles y miles de palabras.
Frente a la muerte, no sabemos reaccionar. Es una incógnita. Sentimos que la persona que se fue, deja un vacío. Pero no deja solo eso. Deja recuerdos, olores, risas. También puede dejar heridas, cosas sin resolver. Y ahí quedamos solos en nuestro dolor y nuestro sufrimiento. La persona queda viva en nuestros recuerdos. Las pérdidas más dolorosas son las que incluyen un lazo de amor, esas donde se pierde lo compartido.
Podemos sentir alivio, compasión, tristeza, enojo, angustia, miedo, nostalgia. Todos los sentimientos y todas las emociones que surjan están bien. Hay que dejarlas fluir. Está bien no estar bien.
Existen muertes inesperadas, muertes que implican procesos, muertes largas e interminables. Existe el miedo a la muerte y también la muerte como solución. Hay muertes simbólicas y también reales. Hay muertes silenciosas y otras ruidosas. Es difícil hablar de la muerte, hablarlo lo hace más real.
Del duelo no es difícil hablar. Puede ser difícil transitarlo, pero no hablar de él. Todos creemos saber cuál es la mejor manera de transitarlo. Todos creemos saber cómo deberían transitarlo los demás. Pero el duelo es un proceso, y cada persona lo atraviesa a su manera. Hay quienes prefieren transitarlo en soledad, y quienes prefieren transitarlo en comunidad.
Si te toca acompañar a alguien en su pérdida, extiende tu mano. Ofrece ayuda y entiende que cada quien necesita su espacio, sus tiempos, sus lágrimas y gritos. El duelo es un camino, un proceso. Requiere avances y retrocesos. No hay fórmulas mágicas ni soluciones. Se necesita tiempo.
Si estás atravesando un duelo, déjate ayudar. Deja que otros extiendan su mano. Lo compartido duele un poco menos.
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