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¿Sabías que las personas más exitosas en la vida, la mayor parte se lo deben más a la capacidad que tienen para gestionar sus emociones, que a sus conocimientos? Por ello es tan importante desarrollar en los niños esa inteligencia emocional desde las edades más tempranas. Este desarrollo emocional es aprendido y deben ser los padres los encargados de enseñarlo.
Para ello, debemos partir de la base de que desde que el niño nace, la parte prefrontal de su cerebro (que planifica, ejecuta, y nos autocontrola), termina de madurar en la adolescencia. Esta inmadurez, le impide al niño autorregularse frente a determinadas emociones como la rabia, el miedo, la tristeza. Es ahí, donde nosotros debemos convertirnos en ese cerebro prefrontal de nuestros hijos para poder regularlos emocionalmente. Por eso hablamos de heteroregulación: “Yo como adulto te regulo a ti, para que vuelvas a un estado de equilibrio”
Estos estallidos emocionales que experimenta el niño, se deben a cambios neurofisiológicos que suceden en su cerebro, no porque sea un malcriado como la mayoría de la gente piensa. En estos estallidos emocionales, cuando el niño se siente amenazado frente a situaciones de injusticia, pérdida o peligro, una glándula en su cerebro comienza a segregar cortisol (hormona que impide pensar) y adrenalina (hormona que invita a la acción), desregulándose así por completo.
Es por ello que necesita de la intervención oportuna del adulto, para que pueda desde su calma tranquilizarlo y bajarle así estos niveles hormonales. Y es allí, una vez que el niño está en calma, donde hablamos de gestión emocional, es allí donde el adulto debe enseñarle a entender lo que le pasó, utilizando estrategias que le permitan iniciar el camino hacia la madurez emocional.
¿Cómo ser buen padre en estos casos? Legitimando, validando, reconociendo y etiquetando la emoción. Dando una explicación de lo que le ocurrió. Encontrándole un por qué a esa reacción. Ofreciéndole herramientas para que, ante situaciones similares, pueda manifestar una conducta apropiada. Haciendo consciente lo que le sucedió de manera inconsciente. De esta manera, el niño comenzará a entrenar su inteligencia emocional, con todos estos recursos, para poder llegar a autorregularse a largo plazo.
Cabe destacar que esto toma tiempo, paciencia y dedicación por parte de los padres. Pero vale la pena, porque harás de tu hijo un experto emocional.
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