Procesando pago ...
Cuántas veces, en nuestros hogares, perdemos la paciencia, perdemos el control con nuestros hijos. Y luego, en la mayoría de los casos, nos arrepentimos. Y, al llegar la noche, nos acostamos con esa sensación amarga de que no hicimos las cosas bien, sintiéndonos terriblemente culpables. Hay tres factores que quiero que tengan en cuenta, para que esto no suceda, o al menos si les pasa puedan ir reduciendo paulatinamente la frecuencia de estos episodios Primero, si conocemos lo que pasa en nosotros cuando perdemos la calma y los mecanismos que se activan en nuestro cerebro cada vez que perdemos el control, podremos hacer una intervención oportuna. Tenemos que ser racionales. Cuando las emociones se desbordan el cerebro racional se apaga, debemos tener el valor, la confianza y el respeto para no actuar en ese momento. Tenemos que tener el valor de controlarnos. Debemos actuar con respeto hacia nuestros hijos y por nosotros mismos, teniendo la confianza de que la calma nos dará una solución. Segundo, ¿De dónde sacamos la loca idea, que para que un niño se porte bien, primero debemos hacer que se sienta mal?. ¿Qué es lo que hacemos nosotros cuando un niño no se porta supuestamente bien? Les hacemos sentir mal cuando les gritamos, los insultamos o los menospreciamos. No lo hacemos a propósito, pero sin querer muchas veces lo hacemos. Y luego después de esto pretendemos que nos hagan caso. Necesitamos que los niños se sientan bien para que quieran colaborar con nosotros. Si con nuestra actitud hacemos que se sientan mal, no tendremos esa cooperación por parte de ellos. Y lo que obtendremos es confrontación y resistencia. Y tercero, debemos trazar un plan de acción ante esa pérdida de control, buscando la autorregulación antes de actuar (a través de la respiración, contando hasta diez, dando un paso al costado).
Analia Gonzalez
Analia Gonzalez
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